9 de Julio Al trastear por la casa otro verano más pienso en los libros, en los vínculos que hay entre unos y otros y, por la tarde, se lo digo a Lutero en el sofá de siempre: “Cómo me intriga tu relación con los libros, tu biblioteca en la que por impulsos pasionales adquieres obras completas de equis autores cada poco”.
Sé que él piensa que esa forma de actuar es la correcta, y tal vez lo sea, que si algo merece la pena lo quiere en su totalidad. Primero intento desmontar su teoría de la obra completa argumentando que si él ha comprado la de Juan Ramón hace diez días yo sé que hace nueve vieron la luz dos libros inéditos del vate; uno sumamente erótico anterior a Zenobia que desmiente el perfil asexuado de Jiménez, y otro de aforismos con gran retranca humorística.
Sin duda esa pasión por las obras completas es, como todo, un rasgo de su psique. No sé..., tal vez otra quimera, pensar que todo un hombre puede estar en una compilación cualquiera, o, simplemente, que la literatura no fuera un azar cualquiera, un encontrarse por ahí con las palabras y que unas te presentasen a otras como a gente. Para conocer a un autor hay que intimarle, poco a poco, hallarlo aquí o allí, mal o bien editado, a destiempo o en la moda, con cubiertas bonitas u horribles; no se puede ir así, a bocajarro, y penetrarle.
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