8 de Julio En el jardín hay una paloma con una pata rota. Está tronchada totalmente. El fino hueso quebrado. Como es un apéndice tan pequeño no pesa nada y la piel sujeta fácilmente esas cuatro líneas que conforman ahora un tridente vuelto al cielo. A la pata coja salta entre las otras pero no consigue acceder a las migas que le echamos. Darío, además, prefiere llevarse las miguitas a su boca en lugar de arrojarlas.
Finalmente la paloma coja emprende el vuelo y se sitúa al otro lado del pequeño estanque donde no hay ninguna otra y nos mira esperando que le demos lo que debe saber que, por caridad, le corresponde. Está un poco más gorda que las otras. No sé si será porque, debido a la cojera, se mueve menos o porque, utilizando su minusvalía para provocar compasión, recibe más alimento de las gentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario