Bruno Marcos

7 de Julio Leo que le conceden el premio Gabarrón a Zizek. Y yo lo Gabarrón no lo entiendo, es como si yo otorgase el premio Bruno Marcos a Mario Vargas Llosa...
El caso es que la reseña del ABC, como todo lo que sale en él, está muy bien escrita, muy completa. Me sorprende que resalten su defensa de la ciudad, cree que en la ciudad nace la filosofía. Poco después, mientras releo algunos libros para un texto sobre una exposición que tengo que redactar, encuentro que Virilio insiste en lo mismo, que él es más un urbanista que un filósofo y que la ciudad es primordial porque la filosofía no ha surgido en los pantanos o en los bosques sino en la ciudad. Por último Lyotard reincide y va más allá con que la filosofía no es que se dé en la ciudad sino que la ciudad es la filosofía.
Con estas insistencias medito un rato y doy con dos cosas: Si me cruzo con Antoine Doinel y su recién nacido tanto por el Barrio Húmedo no es porque, como le digo acusatoriamente, nuestra generación no sepa hacer otra cosa que tomar vinos, sino porque tanto él como yo buscamos la ciudad, la polis, su esencia, el centro, el ágora, la significación, efectivamente, la filosofía.
La otra cosa es que mi anhelo por irme a un paraje ignoto sea un impulso contra la filosofía, una rabieta contra la inutilidad de la ciudad, el ágora, la filosofía, los otros.

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