Bruno Marcos

2 de Abril Entro en su habitación cuando la luz está apagada. La oscuridad es total. Siento que respira, que está ahí pero no puedo verlo y de alguna forma esa situación consigue angustiarme por unos segundos. A tientas toco la superficie de la cuna y le coloco el chupete rozando su mejilla. Y que él guarde también silencio como yo en la oscuridad... Vuelvo a pensar en dónde estaría antes de nacer, en que me resulta imposible pensar ambas cosas, que existiese y que no existiese. El otro día se lo pregunté a él porque sé que no me entiende: “¿Dónde has estado todo este tiempo, toda mi vida, todo el tiempo en que los hombres han estado sobre la faz de la tierra...?” "Seguro que con dios, sea él lo que sea –me contesté-."
Luego, al salir, me ha venido a la mente la cajita que guarda su cordón ya seco, un trocito granate y negro totalmente rígido... Y he pensado en el otro cordón que duerme en el hielo de unos laboratorios de una ciudad extranjera que ya he olvidado en nuestro maquiavélico o fáustico ingenuo contrato con la eternidad.

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