Bruno Marcos

17 de Marzo Transcurre la cónclave de los futuristas utópicos con una notable dosis de realismo. No les he querido comentar que no es la primera reunión a la que asisto en ese piso relativa a una revista por no insistir en mis enhebramientos novelísticos.
Tal vez haga ya de eso diez años. Si esta tiene todos los visos de una conjura de idealistas aquella parecía de la mafia. Sesiones con personas de distintos ámbitos y diferentes edades. Lo más curioso de aquella fue el carácter propositivo del azar. Al finalizar nos embarcamos en un ascensor antiguo con celosías la friolera de, al menos, -no recuerdo bien- cinco hombre de todos los tamaños y grosores, con lo cual quedó atascado. No nos dimos cuenta de cuántos éramos hasta que la reunión se tornó un claustro claustrofóbico. El más alto comenzó a golpear con los puños las endebles paredes del cubículo por encima de nuestras cabezas, deteniéndose, de vez en vez, para convencernos de que debíamos dejar de reír para empezar a preocuparnos.
En un momento inesperado una viejecita abrió la puerta y, como un muestrario de hombres de distinto tipos, fuimos saliendo ante la extrañeza de la señora que emitía agudos grititos que expresaban asombro.
Efectivamente aquella revista no nació nunca, tal vez porque reunirnos fuera tan violento como quedar encerrados en el ascensor.

No hay comentarios: