Bruno Marcos

26 de Diciembre ¡Qué extraño es el mundo de los talleres mecánicos! Siempre entro en ellos como un intruso. No sé si debería pedir disculpas o exigir altivamente. Son como la fragua de vulcano. Hombres tan rudos, tan empecinados en una mugre de caucho y metal, me intimidan. Ante los inmensos misterios de los motores, las ruedas o las correas de distribución sólo puedo limitarme a pagar y a marcharme.

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