14 de Julio Estábamos sentados en una terraza y a mi espalda apareció una mujer con un niño pidiendo limosna. A la mujer casi no se la oía. Murmuraba esa serie de sonidos lastimeros que ni los pobres mismos saben qué dicen.
Como no tenía suelto les dije que no y, en eso, Darío dio un respingo en su sillita y se puso muy contento al ver al niño extendiendo su manita hacia él.
El otro, de unos seis o siete años, se asustó e hizo un instantáneo gesto de retirada.
Pensé en que Darío no tiene ningún prejuicio, que sólo ve un niño en ese niño pobre, en cuánta inocencia hay en su mirada, en que tal vez toda su belleza provenga de ella. Y el otro... esa huida... ¿a qué tenía miedo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario