14 de Mayo Sufragio y misterio. Con ritual exactitud somos concitados a las urnas. Dicen las encuestas que nada cambiará en nuestra ciudad, tampoco en la comunidad. Y es que es tan difícil sustraerse a la ensoñación que ese gran gestor de la ansiedad que fuera el felipismo puso en órbita, aquella que nos exhortaba, mediante nítido eslogan, al cambio, como si cambiar fuera posible, como si un acelerador histórico pudiera ser aplicado sobre la putrefacción cotidiana.
No hace mucho leía unas notas del bueno de Beuys, una entrevista, en la que le recordaban que pretendió liderar a los animales, el jefe. ¿Por qué no?
No por nada los clásicos como Platón aborrecían tanto la democracia. También es cierto que estuvieran dolidos porque la mayoría, por votos, - no sé, 400 a muerte contra 300 a vida, o así- decidió ajusticiar al sabio Sócrates. Lo que me sorprende es que se lo tomaran tan en serio como para matarle con la aquiescencia de la mayoría, pues es muy cierto que los hombres maduros ya se venían riendo de él bastante porque consideraban que filosofar era cosa de muchachos, de jovenzuelos.
Uno no sabe nada ante el sufragio, todo es misterio, lo que hay al otro lado del voto: lo mismo, la nada...
Si todo el espectáculo tétrico de los tránsfugas cazurros, el indigno declive del regidor aferrado al último mástil podrido... no dan motivos para el cambio ante el pálpito de inepcia del relevo por qué no pensar, no ya como Beuys, en liderar a los animales, sino en que los animales nos lideren a nosotros, en vista de que parece imposible la prédica del ancho de hombros: “Que gobiernen los filósofos o que los gobernantes se hagan filósofos”.
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