24 de Marzo Tres portales más allá de mi casa, en mi mismo bloque de viviendas existe una tienda de antigüedades que nunca está abierta. Es muy extraño porque el barrio es muy moderno, incluso lo es la propia tienda que fue efímeramente una peluquería. Sus dueños la usan sólo como escaparate.
Acabo por ver otra pincelada simbólica en su existencia. No en vano siempre depositaba yo allí al de r., tan de otro tiempo él, cuando le trasladaba en mi coche hasta la urbe.
Las antigüedades se acercan, me merodean, a mí, que he sido tan moderno. El rastro ha serpenteado hasta salirse del paseo que lo albergaba e instalar su cola de cachivaches pretéritos alrededor de la plaza de toros junto al río, casi delante de mi balcón.
El caso es que los muebles que dormitan tras ese escaparate nunca me han gustado, son muy españoles; pero hoy, al fondo, sobre un diván cremoso habían dejado posado un cuadro de una muchacha absolutamente inquietante. La mujer retratada no debía tener en el momento del retrato más de treinta años. Los hombros de perfil, cubiertos por una blusa blanca con el cuello cerrado en un círculo bordado. El pelo recogido, castaño oscuro, delicado, con algunos mechones desprendidos rozando las sienes. El rostro se vuelve ligeramente al espectador elevando el mentón para mostrar un gesto extremadamente lánguido, más que lánguido a punto del lamento. Los párpados abatidos y las comisuras de los labios decaídas. “¿Quién –me pregunté- pudo hacerse retratar así?” El cuadro más que plasmar el rostro de la dama deja constancia de su angustia.
Luego pensé en todo aquello expuesto en un escaparate, algo que cuyo fin era habitar en el interior y pensé en mis propios muebles, en que algún día, después de mucho tiempo de que yo me hubiera muerto, aparecieran en algún escaparate, desnudos, después de habernos visto vivir, después de respirar las horas de nuestra vida con nosotros, todos nuestros afanes. Y, al instante, me dije que en ese tiempo yo ya no estaría y que, por lo tanto, no podría sufrir por ello, pero más tarde concluí que, por muy epicúreo que uno quiera ser, ese tiempo en el que yo ya no esté de alguna forma está aquí y ahora en mí y sufro por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario