Bruno Marcos

26 de Marzo Ponen un film de Garci. ¿Por qué siento vergüenza ajena? De alguna forma reconozco algo mío en esa película, para sentir vergüenza hay que sentir una cierta identificación. Creo que se trata de lo sentimental. Me da rubor haberme presentado alguna vez algo sentimental y resultar absurdo como él. Pero es que él no es un sentimental sino un fan de lo sentimental. Plantea unas historias que no son sentimentales sino que quieren darse el aire de serlo. Es decir, todo es una pose que tartamudea: Un escritor que es muy interesante, que se queda muy triste y embobado cada poco..., alguien que vuelve a un pueblo desde una superioridad anterior a lo que se cuenta... Y el caso es que no se entiende nada porque todo es un “aspecto general”.
Por si fuera poco sus castings son de risa: El pretendido literato superserio es, nada más ni nada menos, que Alfredo Landa. Sus galanes pugnan por ser feos mientras las heroínas son las más bellas y peores actrices del reino. Y, al final, se resuelve todo en un flirteo de lo más castizo como debe ser su idea de “gran amor”. Tal vez se trate simplemente de que es un cretino. No lo sé.

25 de Marzo Lo que perdura lo fundan los poetas

24 de Marzo Tres portales más allá de mi casa, en mi mismo bloque de viviendas existe una tienda de antigüedades que nunca está abierta. Es muy extraño porque el barrio es muy moderno, incluso lo es la propia tienda que fue efímeramente una peluquería. Sus dueños la usan sólo como escaparate.
Acabo por ver otra pincelada simbólica en su existencia. No en vano siempre depositaba yo allí al de r., tan de otro tiempo él, cuando le trasladaba en mi coche hasta la urbe. Las antigüedades se acercan, me merodean, a mí, que he sido tan moderno. El rastro ha serpenteado hasta salirse del paseo que lo albergaba e instalar su cola de cachivaches pretéritos alrededor de la plaza de toros junto al río, casi delante de mi balcón. El caso es que los muebles que dormitan tras ese escaparate nunca me han gustado, son muy españoles; pero hoy, al fondo, sobre un diván cremoso habían dejado posado un cuadro de una muchacha absolutamente inquietante. La mujer retratada no debía tener en el momento del retrato más de treinta años. Los hombros de perfil, cubiertos por una blusa blanca con el cuello cerrado en un círculo bordado. El pelo recogido, castaño oscuro, delicado, con algunos mechones desprendidos rozando las sienes. El rostro se vuelve ligeramente al espectador elevando el mentón para mostrar un gesto extremadamente lánguido, más que lánguido a punto del lamento. Los párpados abatidos y las comisuras de los labios decaídas. “¿Quién –me pregunté- pudo hacerse retratar así?” El cuadro más que plasmar el rostro de la dama deja constancia de su angustia.
Luego pensé en todo aquello expuesto en un escaparate, algo que cuyo fin era habitar en el interior y pensé en mis propios muebles, en que algún día, después de mucho tiempo de que yo me hubiera muerto, aparecieran en algún escaparate, desnudos, después de habernos visto vivir, después de respirar las horas de nuestra vida con nosotros, todos nuestros afanes. Y, al instante, me dije que en ese tiempo yo ya no estaría y que, por lo tanto, no podría sufrir por ello, pero más tarde concluí que, por muy epicúreo que uno quiera ser, ese tiempo en el que yo ya no esté de alguna forma está aquí y ahora en mí y sufro por él.

23 de Marzo ¡Qué ciudad esta...! Me dice el de r. que pase por una inauguración de un amigo suyo... Nos dejamos caer muy pronto, cuando aún no hay nadie. Al poco, tras el umbral, aparece emboscado en sus mil capas de ropas a medio camino entre la nostalgia grunge y el arcaismo hippie. En eso se desprende un leteo y el de r. me presenta, a voz en grito, como el artista que no expone en el ovni pero que expone en el Moma de Nueva York...
El regente del campo de las estrellas me dice que me sigue en las páginas de los futuristas utópicos, bueno que no lo lee él... que se lo cuentan... Le pregunto que de qué se trataba lo de ese traslado simbólico de un trozo del ovni hasta el campo de las estrellas y me contesta con que se trata de una instalación. Me invita a hacer algo en el campo de las estrellas, me muestro dubitativo y le digo que ya veremos, y salta el de r. : "si le propongo yo que exponga en mi galería y no quiere". El regente se lo cree y para descreerle le digo al de r. que en su galería de aquí no, pero en la que va a abrir en Nueva York sí, entonces lo pilla el otro y dice que su invitación incluía exposición en Tokio.
Instintivamente Darío llora, a la salida tropiezo con el sputnik y sus propuestas. ¿Tendré que pasar por todo? Me pregunto.
¿Estaremos toda esta comunidad destinados a convivir para siempre? ¿Habrá una hermandad superior cuando ya la frustración, el fracaso de todos, sea irreversible?

22 de Marzo "Ahora Darío te va a escribir algo:
uunop okkkok yh7ccjjjjj´tttttttt,kkjuj
Fdo.: u yt i
En lenguaje guguito quiere decir te quiero mucho papi.
tg m nbbb
Besos."

21 de Marzo Nunca creí que mi sentido estético fuera a salvarme del dolor físico pero es así. Tanteando el suelo resbaladizo que esta colosal y primaveral nevada ha extendido, me apercibo de que las batallas campales con bolas de nieve en esta pequeña ciudad donde vivo los días de diario son de dimensiones exageradas, seguramente debido al altísimo índice de natalidad. El caso es que, ante el inminente impacto, me doy cuenta de que allí donde hay una chica guapa, o por lo menos atractiva, los bolazos de nieve son innumerables. Y así lo que hago es escanear la zona localizándolas para alejarme de ellas y, por lo tanto, de los objetivos. Lo que ocurre es que mi teoría se desbarata en tanto que la agresividad cunde en todas direcciones, no sé si debido a que no hay una teoría del gusto universal y, a duras penas, salgo indemne pero bastante salpicado.

20 de Marzo Han estado dando la murga con una idea genial, la creación de la primera villa del libro. Por más que le dan vueltas a nadie le queda clara la majadería. Al fin lo entiendo, un parque temático para comer en un restaurante falsamente castellano y unas tiendas, muy disfrazadas de piedra y viga, donde comprar dos o tres papiros con filete de oro. Turismo de interior. Como si el estrés y la evasión estuvieran compinchados para engrasar la máquina del consumismo.
Por si fuera poco va y sale el ogro librero de mi ciudad en la tele, deshaciéndose melifluo, no sin antes tartamudear. Me viene a la mente la foto que pone en su escaparate dando la mano al rey. El mal humor se lo reserva para los de a pie y para aquel buen bohemio al que sólo faltó que le pegara.

19 de Marzo Con la visita de ayer se me hace tarde y salgo de viaje al alba. Me sorprende lo pronto que amanece ya. Enseguida veo los campos que atravieso. Pienso en lo que le preguntaba yo, hace poco, en una entrevista, a un poeta sobre lo sorprendente que era para mí percibir un algo de poesía social en el paisaje de su obra. Y lo que creía una excelente pregunta me parece ahora una obviedad. ¿No es el paisaje, al fin y al cabo, el que determina la vida de los hombres?

18 de Marzo Desde el amanecer en la punta de Cádiz pasa por casa con la intención de dormir en el Cantábrico. Aquí, sentados en el salón de mi casa, con nuestras voces sobre el fondo musical de un jazz inconcreto, la tristeza me va invadiendo. No sé por qué. Quizá sea saber que, por más que nos crucemos, que sepamos uno del otro, jamás volveremos a estar juntos, que nuestras vidas se irán apagando en confines alejados del planeta.
Él, después de su año australiano que le devuelve a la rutina como el de antes pero ahora colmatado de deudas, lanza su nuevo sueño sin la respuesta esperada: Un año africano.
A pesar de todo, instantes antes de despedirle, me doy cuenta de algo, de algo profundo que me deja un tanto desarmado: Aunque intente ser un hombre normal, vestir, hablar, trabajar o amar como un hombre normal yo les pertenezco a ellos, a ese grupo que sostiene una insignificante rebeldía frente a la existencia, no a los rebeldes sino a los raros.

17 de Marzo Transcurre la cónclave de los futuristas utópicos con una notable dosis de realismo. No les he querido comentar que no es la primera reunión a la que asisto en ese piso relativa a una revista por no insistir en mis enhebramientos novelísticos.
Tal vez haga ya de eso diez años. Si esta tiene todos los visos de una conjura de idealistas aquella parecía de la mafia. Sesiones con personas de distintos ámbitos y diferentes edades. Lo más curioso de aquella fue el carácter propositivo del azar. Al finalizar nos embarcamos en un ascensor antiguo con celosías la friolera de, al menos, -no recuerdo bien- cinco hombre de todos los tamaños y grosores, con lo cual quedó atascado. No nos dimos cuenta de cuántos éramos hasta que la reunión se tornó un claustro claustrofóbico. El más alto comenzó a golpear con los puños las endebles paredes del cubículo por encima de nuestras cabezas, deteniéndose, de vez en vez, para convencernos de que debíamos dejar de reír para empezar a preocuparnos.
En un momento inesperado una viejecita abrió la puerta y, como un muestrario de hombres de distinto tipos, fuimos saliendo ante la extrañeza de la señora que emitía agudos grititos que expresaban asombro.
Efectivamente aquella revista no nació nunca, tal vez porque reunirnos fuera tan violento como quedar encerrados en el ascensor.

16 de Marzo Al iniciar una doble vida mi primer impulso es el de duplicarme, el mismo nombre, la misma edad... Siempre me llamó la atención el detalle de la película de Bertolucci. Brandon sube a una habitación del hotelito parisino que regentaba su mujer difunta y allí conversa con su amante. Resulta que la mujer infiel les había comprado a ambos las mismas zapatillas de estar por casa y la misma bata.
Pero ese afán duplicatorio desaparece en el instante en el que eres expulsado a la nueva vida. En el mismo momento en el que aparezco desnudo otros lo hacen a mi lado. Igual de desorientados esperan sin saber qué hacer. Son gentes que nacen a cada instante desde cualquier punto del planeta. En algunos segundos se compone mi aspecto: cabello, ropa, rostro... Giro hacia la izquierda y un sol metálico y frío me deslumbra. De repente uno de los neonatos empieza a correr a toda velocidad hacia la derecha y se esfuma. A mi lado nace un hombre exacto a mí, avanza dos pasos y se vuelve para encararse conmigo. Se detiene ante mi rostro. Sin saber cómo salto y en el aire cambio un elemento de mi aspecto.
Luego comienzo a caminar, sigo por el mar y por debajo de la tierra submarina hasta que quedo inmóvil entre colores incomprensibles. Más tarde empiezo a volar y me alejo tanto que quedo perdido en el aire.
Realmente lo que he hecho es empezar por el final, hacer el recorrido postrero de Truman, el único momento poéticamente hermoso de ese film, cuando navega y llega hasta el fin de su mundo, hasta ese límite cuya pintura se hace indiscernible de un cielo real hasta que lo toca. Mis dos experiencias en Second Life han sido netamente existencialistas.

15 de Marzo Hoy llevamos a los muchachos y muchachas al gran pez de la nave nodriza. Antes les paseamos por la aulas de la Facultad de Bellas Artes. Las mismas escenas perpetuadas. La memoria excitada con los olores más acres, aguarrás o gasolina. Ya lo decía mi padre: “¿Eso son las Bellas Artes?”.
Aunque esta no fue mi facultad es igual a la mía. Los profesores, tímidamente inexplicables, con un discurso tan cortito como su vocabulario. Mi compañero dice que se debe en parte a que los profesores que imparten en eusquera se expresan penosamente en castellano. No quiero ni pensar cómo serán esas explicaciones en eusquera. Coincidimos, entre carcajadas, que deben resultar una sinfonía de gruñidos y gestos muy arcaicos. Nos reímos, sí, pero ahí queda un mundo que tiene un nombre muy preciso, una de las mutantes formas del fascismo.
Ya en la nave nodriza la guía nos explica lo inexplicable. Coincide que hay muy poco, una exposición de Palazuelo, lo de Serra... y ella se pone a contar por qué este hombre ha hecho eso..., esa abstracción, esa geometría..., cómo evoluciona..., que si le interesan las caligrafías árabes y etcéteras. Luego, de rondón, pasamos a toda velocidad junto a las moles corroídas de Richard Serra, casi ni las miran. Me comenta la guía que está contratado ese despilfarro de óxido para 25 años. “¡Qué horror!- pienso- ¿Qué será de nosotros dentro de 25 años? ¿Por qué hacen eso? Como si eso fuera un banco hacen un depósito de una formas a plazo fijo sabiendo que, con la expectativa, harán caja. ¿Por qué explican así el arte?¿Por qué hacen eso con el arte?”.
Ya sabemos que esos señores tendrán sus razones personales para emborronar lienzos con cuadrados o trapecios o para darles vueltas a una chapas de acero enormes, lo que no sabemos es por qué eso ha de ser significativo para el resto, por qué tenemos que estar ahí contemplándolo, por qué ha de construirse la nave nodriza para albergarlo, si no nos dice nada, si no aporta nada al mundo.
¡Dios mío!¿Qué me está pasando?
A las muchachas y a los muchachos les da todo esto igual. El chófer, agitanado y jondo, proviene de la profunda Extremadura y, con una voz como de bufido grave indiscernible, menciona su pueblo cada tres palabras.
Nos dejamos caer por la ladera entre unas casitas de pescadores, más allá del fantasma industrial de la ría, pasando los palacios y los recuerdos de mi compañero que me cuenta cómo se iluminaba todo el cielo nocturno cuando vertían la colada inmensa de los altos hornos.
Paramos un poco en la playa. Pienso en el pez que inspiró Gehry la nave nodriza, y siento que el relato era infinitamente más hermoso que todo el colosal edificio. Aquella carpa que de niño viera nadar en la bañera antes de que su abuela la cocinase en celebración de cada sabbath. Y también recuerdo que este edificio que hoy me ha sido indiferente inspiró aquel que la protagonista de mi novela Lo más profundo es la piel construyera. Pero me digo que no era el mismo. Aquel se lo dictaba la huella de su cuerpo en las sábanas cada mañana, la huella de su soledad universal.
De pronto estalla una ola y vuelvo a ver el mar. El sol ha hecho un hueco entre las nubes y dora la niebla sobre el agua. Pienso en las ganas que tengo de llevar al bebé a la playa y presentarle la inmensidad, una inmensidad que no puedo explicarle, porque sé que él no va a pedirme explicaciones sino a regalarme una marea de sonrisas.

14 de Marzo A los de la tesis de la conjura su ficción les está pasando factura psiquiátrica. Basta ver la televisión de la capital para darse un paseo por una realidad paralela. Uno, incluso, pasando por allí sólo por morbo, acaba por pensar si, acaso, estará equivocado en todo, en que estamos engañados y lo que el sentido común nos dice es erróneo.
Lo que me pregunto es cómo un señor como Sánchez Dragó, en su ancianidad, se aviene a hablar al dictado, con el vocabulario de la facción. Será que piensa como ellos. Y en medio de esa debacle que nos muestra como evidentísima va e invita al flotante Jodorowsky para una sección de buenas noticias. Su euforia senil inexplicable es como una bufonada dentro de un aquelarre.

13 de Marzo Deben ser estos los desheredados del mundo infiltrados en nuestro mundo. Yo, en mi función, aseguraba ser imparcial, apenas hablaba, pero eran incapaces de acatar un mínimo orden. El padre, con lo ojos hundidos y muy abiertos, se mostraba disgustado, gesticulaba con una cierta nobleza, como de caballero español o de pirata. Tuve la sensación de que, al tratarle yo con sumo respeto, afloró en él un fondo de hidalguía, como un recuerdo inconsciente o una inmanencia genética, que acababa por tener algo de caricatura.
En un momento dado, me pidió los papeles y, en un clásico contraposto, hizo recuento de ellos. Yo, al percibir, en él, que había encontrado en mí alguna flaqueza, pensé que iba a introducir esa otra clásica española, la picaresca. Pero no, efectivamente, estaban mal contados, alguien, antes que yo, había hecho mal su trabajo. Eso le satisfizo y, más aun, que yo le diera la razón y esbozó una mueca que debía ser una sonrisa fría totalmente cariada.
Luego, de pronto, ante ese despliegue de desorden familiar, de improcedencia general, me di cuenta de que aquel hombre, con sus precarios instrumentos, lo que estaba haciendo era defender a su hijo, salvar en algo lo que ya parece insalvable. Es comprensible que no pudiera reprimirme de introducir en la redacción de sus alegaciones, aunque él no la pronunciase, la palabra menester.

12 de Marzo Me paro ante el edificio de enfrente, una placa azul lo cataloga como de 1925 y la niña zen me encuentra de espaldas a su trayectoria. Es el primer día, después de todo el curso cruzándonos entre las luces del amanecer, que me ve ajeno a mi misión de desplazarme con prisa. Ella es muy pequeña y delgadita, lleva una mochila grande que la obliga a inclinarse hacia delante. Todos los días va con la misma cara imperturbable, nunca más triste o más alegre. Siempre igual. Lloviera, helara o hiciera calor surca el centro de la acera sin dirigirme ni una mirada. No creo que a la niña zen la importe esta excentricidad mía de detenerme a contemplar la arquitectura de los años veinte de esta diminuta ciudad donde vivo los días de diario. De hecho ella ha dejado de ser tan zen y, ahora, se hace acompañar de una amiga que le saca la cabeza y que ha debido desviar su trayectoria para coincidir con ella.

11 de Marzo ¡Qué despedida tan extraña la de este domingo! En lugar de irme yo primero hoy se han ido ellos antes, y esa soledad oscura de la carretera ha sido sustituida durante algo más de una hora por la soledad de mi propia casa. Y no sé por qué me he acordado de las despedidas de mi abuela. Tendría yo cinco o seis años. Una mañana cualquiera de ese tiempo sin tiempo del verano, casi en el instante del amanecer, un rumor mudo de bolsas y zapatos rodantes me despertaba. Nadie hablaba. Todos se agitaban de un lado a otro recogiendo ropas y enseres varios. De pronto cantaba un gallo estridente, o resoplaba una madrugadora mula al otro lado de las ventanas aún selladas. Alguien me llevaba de un sitio a otro como a un convaleciente y yo exhibía estupefacción ante mi sueño interrumpido.Después de apisonar las maletas en el compartimento trasero, cuando ya estábamos todos dentro del coche y el vaho de nuestras multitudinarias respiraciones comenzaba a nublar la visión de la casa de barro, el motor daba el primer rugido. Entonces una contraventana se soltaba quedamente y, tras la desportillada madera verde, un visillo se movía. Al poco, tambaleante, giraba la puerta y, vestida de negro, con el corto penacho de cabello blanco revuelto, aparecía bajo el quicio. Se dejaba caer sobre la cadera derecha apoyándose en la jamba astillada y, llevándose una mano a la boca, lloraba.

10 de Marzo Me preguntaba qué sería de él. Hace casi dos meses que clausuramos la exposición y no hemos vuelto a hablar. Me dijo que en estas fechas se iría a Nueva York invitado por un artista amigo suyo allí afincado.
Un aviso, el viernes, me citaba para llevar a mis alumnos a una obra de teatro que, curiosamente, será El retrato de Dorian Grey, como la película que me proponía hacer sobre su vida. Hoy, a media tarde, sobre las cabezas del gentío apareció la suya, siempre 30 o 40 centímetros por encima de todos. Iba seguido de su hijo. Ya no lleva su indumentaria clásica, chaqueta y pantalón negros, ni está coronada su figura por aquella melena escarolada, derramada en derredor de su cabeza ancha, y rala en su cenit. A mí me gustaba más aquel aspecto suyo, extravagante si se quiere para el hombre corriente, semejante a un ataúd o a un difunto puestos de pie, ataúd o difunto muy grandes, pero peculiar, extraordinario, para las mentes sensibles. Esbozamos unas palabras y me quedé muy triste.

9 de Marzo ¿Por qué encontramos belleza en lo pasado? Muchos están recayendo en el casco antiguo y se ponen a vivir en el Barrio Húmedo. Loss, Blisset, también andan por ahí el pequeño arrabal y otros... gentes modernas que son atraídas por esas callejuelas como de ciudad apueblada. Es cierto que el Barrio Húmedo podría haberse convertido en un barrio bohemio si alguien hubiese apostado por las pocas almas creativas de esta urbe. Y también es cierto que toda nuestra juventud (te vas para no volver) ha estado ligada a ese entorno ahora ya presa del turismo.
Que nos guste lo viejo puede deberse a que sólo ha perdurado lo que tenía algo de belleza, las piedras más trabajadas, las más duras, o a que, antes, lo hermoso estaba consensuado y, realmente, era hermoso, o, tal vez, sea que reconocemos en lo antiguo que hay algo perdurable, que es posible dejar huellas... y eso nos guste, nos descargue del peso angustioso de esta efímera existencia.

8 de Marzo Las memorias de Cansinos Assens se vuelven cada vez más deliciosas. Con cuatro brochazos describe personajes por doquier, almas en pena, de un Madrid que está ya todo en el cementerio. Es difícil conocerle a él en sus memorias, está como retraído de su propia vida, no transcribe apenas lo que él dice, pero esa postura distanciada es la clave, es algo así como un perspectivismo, una posición interior respecto al desorden mundanal, a las psicologías que peregrinan por el tiempo. Esos esbozos de una bohemia tan impulsiva como en todas las épocas. Un personaje, por ejemplo, que corre los cafés y dice de todos los que han triunfado, incluso de Rubén Darío, que deben morirse, o el hermano de Alejandro Sawa. Es prodigioso el apunte que hace de él, saliéndole al paso de la misma calle, arrojándole dos o tres palabras en griego para pedirle de inmediato unos cobres con los que embriagarse. Si ya era triste Alejandro Sawa, el Max Estrella real de Valle, más lo es este Manuel Sawa, deambulando, después de muerto ya su hermano, a lo que parece con menos talento, altivo dentro de sus harapos, aparece más desvalido por esa orfandad fraternal.

7 de Marzo ¡Qué sentimiento de fracaso por todas partes! Nadie está exento de él. Incluso los que triunfan no pueden deshacerse de él. A veces pienso que la literatura surge de un fracaso vital y, por eso, no se desprende nadie de la tristeza, del rencor, ni los que alcanzan los laureles. Sin ir mas lejos, el oráculo. Llegó a crear todo un sistema filosófico sobre el fracaso y el silencio provincianos que no marginaba de su mecanismo ni siquiera a toda la poesía entera.
Me pregunto, ahora, cómo hará comulgar ese ecosistema del fracaso con su éxito presente -los más grandes premios literarios del reino recibidos por él en el mismo año- que se le concede como para quitarle la razón de toda esa ética de la frustración y el desengaño que había ido soldando a su corazón.

6 de Marzo Se ha vuelto ya un soniquete: “El blog sí, pero el diario no”. Los más generosos añaden que sí, que lo leen igual, pero que el blog era más chisposo y así... El summum es Blisset que, aparte de pedirme explicaciones diarias por aquellas percepciones mías de él que traslado al diario, define al blog como más de reflexiones y al diario más de ocurrencias. Adscribiéndose a esa falange de gentes que denuestan el arte contemporáneo y cosas así por tratarse de chistes, ideillas, chisporroteos neuronales.
El caso es que el diario pretende ser notas diarias, intento amoldarlo al día real, efectivamente es algo parecido al blog pero persigo otro fin: ¿Cómo sería escribir algo todos los días, de inmediato, sin reposar demasiado?
No creo que os valgan estas explicaciones, pero bueno.

5 de Marzo Sin ocurrencias.

4 de Marzo Parece el país conmocionado porque van a soltar a uno que mató mucho. Es difícil de entender por qué se hace. El viernes me dijo mi madre: “19 años en la cárcel tampoco es moco de pavo”.

3 de Marzo Es el cumpleaños de Ella. Entre todas las agitaciones en las que ando se me olvida de 10 a 11,30 de la mañana felicitarla. Durante ese lapso noto su enfurruñamiento y empiezo a cavilar sobre algo metafísico, sobre lo injusto de la existencia, sobre la psicología voluble y, al fin, caigo. Tarde. Me cuesta ese olvido casi todo un día de felicidad además de una gran cantidad de dinero en un regalo adicional.

2 de Marzo Hay que ver el mobiliario urbano. Nadie lo encuentra tan cómodo como los indigentes contemporáneos. ¿Habría, nuestro querido Diógenes, cambiado su barril por estas sillas y sofás de madera y aluminio que coloca cualquier alcalde artistizante? Van dos veces que veo al mismo vagabundo junto a la casa de mis padres, en lo que debían ser, según el edil, unos miradores a la catedral. Y el caso es que el indigente me mira con descaro más que mirar a la catedral. Yo le miro a él también, claro está, mientras empujo de ese extraño ser que formamos trinitariamente, un algo mecánico que es el cochecito, un algo humano que soy yo y un algo divino que es Darío. Precisamente esas categorías del ser coinciden con nuestra actividad. El ser mecánico transforma mi fuerza física para aliviar al humano que hay en mí que así puede contemplar, a ratos, a la divinidad al tiempo que vigila el entorno y empuja. Sin embargo, el ser divino, el bebé, solamente se dedica a lo contemplativo. Contempla el mundo, el cielo, incluso a mí; pero, al pasar junto a la catedral, ni se inmuta, le es indiferente esa mole de piedra convertida en belleza indeleble. Le pasa como al indigente que se sienta en los miradores de la catedral para mirar a la gente pasar. A ver cuando expresamos públicamente nuestros deseos todos aquellos que queremos demoler, destruir la catedral, esa presencia insoportable, tan bella, tan estática y grácil, como jugando siempre con el viento y las nubes y apuntando a Dios.
No me extraña que el Genarín, el santo bebedor, intentase vendérsela a un americano.

1 de Marzo Mucho sueño y sin ocurrencias.

28 de Febrero Al descuido soy nombrado instructor de un expediente disciplinario. Me interno en los papeles del desconocido incívico y, a bote pronto, veo que alguien ha escrito en un informe que bosteza. Yo comprendo que es intolerable que lo haga en clase pero me da no sé qué perseguir a uno que se aburre, que se adormece y que, como a un galgo ocioso, se le abre la boca sobre el pupitre.

27 de Febrero Sin ocurrencias.

26 de Febrero Más reuniones de evaluación. ¿Por qué me desesperan tanto? Tiene que ser que son absurdas. Creo que lo decía Camus, que el hombre lleva peor el absurdo que el dolor. ¡Cómo me gustaría escribir esa obra! Llevo años dándole vueltas a una pieza teatral que tratase sobre un profesor y unos alumnos volcados en analizar el Calígula de Camus, absorbidos hasta tal punto que empieza a haber asesinatos. Algún día la escribiré. Deben estar por ahí, perdidos, dos folios.

25 de Febrero ¿Por qué, después de conocer a un ser querido durante diez, veinte o treinta años, después de hablar infinitamente, de conocernos, cuando nos acordamos de él nos viene a la mente tan sólo la temperatura de su piel, acaso una mirada, una sonrisa, el tacto de sus manos? Para recordar eso no habrían hecho falta más que unos segundos juntos.

24 de Febrero Llevo algún tiempo sospechando que nuestro caudillo se está alimentando de los argumentos que le doy. Estamos de acuerdo en casi todo. Yo sé que, como Blisset, me cuenta las cosas de una forma que no me cabe otra posición que el enfrentamiento con sus enemigos. Eso nos une y me gusta.
Hoy nos hizo la exposición de los argumentos que había expuesto al enemigo natural y, paso por paso, reconocía mis ideas, mis expresiones, mis palabras. En silencio las identificaba y me placía verlas llevadas a la realidad, que él las compartiera y diera la cara por ellas; en realidad, eran de los dos, pero me quedaba un cierto malestar, un sentimiento como de autoría insatisfecha.

23 de Febrero Hoy me cuentan una cosa horrible. Entre nosotros, por las callecitas de esta minúscula ciudad donde vivo los días de diario, se pasea un asesino. Todos lo saben, existe una pancarta en la calle principal que lo anuncia de una forma ambigua; y, de vez en cuando, un grupo de vecinos se manifiesta inmóvil en las noches heladas y lluviosas para pedir justicia. Parece ser que como no han encontrado el cadáver de la mujer no pueden detenerlo. ¡Qué sensación tan extraña saber tan cercana una impunidad tan grande!

22 de Febrero Es el tiempo de las reuniones. A las, cada vez más radicalizadas, de nuestro departamento hay que añadir todo tipo de situaciones con gente que habla por turnos. Incluso encontré en mi casillero una invitación para asistir a la reunión de otro departamento.
Se avecinan también la de la redacción de los futuristas utópicos y la espectral de la revista del territorio fantasma.
Ninguna será tan emotiva como la que tuvimos la familia. A la catarsis colectiva que trajo un placer momentáneo se le sumó más tarde un sentimiento de hondo desgarro. Llevo algún tiempo mostrándome demasiado duro de entrada para luego arrepentirme, no de lo dicho sino de la pura dureza en sí. Seguramente, en todas esas reuniones, me he mostrado así arrastrado por un sentimiento de sinceridad universal que nada tenía que ver con el narcisismo.