25 de Septiembre Lo veo en una revista de reojo. Es un cuadro de un pintor que ignoro. Lo reconozco porque lo vi en el Louvre y cuando estaba sacándole una fotografía me sorprendió Nacho mofándose y tildándome de grandísimo afeminado por fijarme en ese cuerpo masculino.
El cuadro es impresionante. Así como te defraudan, incluso Delacroix y otros, este desconocido para mí te seduce con la pintura de una figura marmórea, alabastrina, azulada, un narciso o no sé qué personaje mitológico que está tumbado al borde de un río que coincide con el marco del cuadro y no se ve.
Detrás una tupida vegetación verde crea un muro a su espalda sólo roto por un golpe de luz inigualable.
Este hombre desnudo se vuelve hacia arriba en un manierista contraposto y extiende la mirada y la mano hacia ese punto ígneo, blanco, azul..., que perfora la enramada que le cubre, un hueco por el que pasa una luz bellísima que le baña y le penetra.
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