Bruno Marcos

18 de Julio El otro día en el rastro ella tiraba de mí para que no me metiera donde las antigüedades y la chatarra. Argüía que todo eso eran porquerías. Yo no lo negaba pero protestaba oponiéndome a que lo dijera como si la otra parte, la de ochenta bragas a un euro y cosas así, fuera una maravilla exquisita.
En eso pasó junto a nosotros un hombre dando voces. Yo sólo entendía en cada frase la palabra “Jesucristo”. Era un hombre cetrino, vestido con vaqueros apretados y una camisa gris. Tenía la voz cascada como casi todos los hombres gitanos de una determinada edad.
El caso es que me quedé pensando sobre el tipo de personas que pueden encontrar la fe así, porque alguien, en el rastro, le dé una voces indescifrables en las que aparece mencionado Jesucristo.

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