Bruno Marcos

8 de Marzo Las memorias de Cansinos Assens se vuelven cada vez más deliciosas. Con cuatro brochazos describe personajes por doquier, almas en pena, de un Madrid que está ya todo en el cementerio. Es difícil conocerle a él en sus memorias, está como retraído de su propia vida, no transcribe apenas lo que él dice, pero esa postura distanciada es la clave, es algo así como un perspectivismo, una posición interior respecto al desorden mundanal, a las psicologías que peregrinan por el tiempo. Esos esbozos de una bohemia tan impulsiva como en todas las épocas. Un personaje, por ejemplo, que corre los cafés y dice de todos los que han triunfado, incluso de Rubén Darío, que deben morirse, o el hermano de Alejandro Sawa. Es prodigioso el apunte que hace de él, saliéndole al paso de la misma calle, arrojándole dos o tres palabras en griego para pedirle de inmediato unos cobres con los que embriagarse. Si ya era triste Alejandro Sawa, el Max Estrella real de Valle, más lo es este Manuel Sawa, deambulando, después de muerto ya su hermano, a lo que parece con menos talento, altivo dentro de sus harapos, aparece más desvalido por esa orfandad fraternal.

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